Es inevitable que alguno de nosotros se haya salvado de tener un día cero. Aquello resulta pésimo, porque vivir un día cero salidas, cero citas, cero compras, cero reuniones o cero regalos; todo implica un día de total cero diversión.
Pero cuando nos pasa, no nos tiramos fácilmente al abandono, intentamos recompensarlo estando en nuestra cama viendo la tele, comiendo galletas o lo que encontremos en la refri. Luego que nos damos cuenta que saciar nuestra gula no es lo mejor, nos disponemos a escuchar un poco de radio. Cuando nos hallamos en el total aburrimiento de escuchar los mismos consejos y el mismo horóscopo, nos dan ganas de telefonear a nuestros amigos, pero lo único que escuchamos es un “hola qué tal” o “ahorita no puedo, bla bla bla”. Una vez que nuestros amigos se desvanecen por completo de nuestra mente, entramos a la compu a seguir buscando más diversión.
Esta vez con optimismo prendemos la compu y entramos a nuestras cuentas sociales y al msn y cuando abrimos la ventana del chat, justo ese día vemos que unas 2 o 3 personas (que encima ni conocemos bien) están conectadas. Por último al ver casi acabadas nuestras posibilidades de salir o hacer algo, nos dirigimos a la biblioteca a coger un libro que nunca en tu vida lo leíste, lees unas cuantas páginas y te aburre porque sigues pensando en tu día cero, luego lo dejas a un lado.
Ahora sí entramos en el trance de estar totalmente choteados en el día y de querer tirarnos a la cama y dormirnos para que cuando nos despertemos pensemos que todo fue un mal sueño.
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