Si sigues con el mismo look de siempre y no tienes ni ganas y ni tiempo de hacerte un cambio de look, pues pon tu ¡alarma de emergencia! porque no eres consciente de lo que puedes lucir para sentirte bien contigo misma y con los demás; y en el caso de que ya te sientas regia: ¡no te confíes! Porque siempre tenemos más cositas que probar y lucir.
Ya que todas y cada una de nosotras posee una anatomía diferente, no podemos ponernos los mismos trajes, porque no nos quedaría perfecto a todas. En los probadores he visto que muchas tienen la manía de preguntar a otra si es que le queda bien su traje, la otra persona (extraña) le dirá que sí, aunque te veas fatal, porque la vida femenina es así, de constante competencia y si te quedara bien, te diría que deberías cambiar de modelo.
Grave error también es ir con su pareja a comprarse ropa, porque ésta casi siempre le dirá que le queda bien, justo la ropa más chiquita y apretadita que encontremos. Lo mismo sucede con la mami o el papi, sino que esta vez le dirán que le queda perfecta la ropa más de monja que encontremos.
Pienso yo que lo mejor es ir primero nosotras solas para chequear personalmente nuestros diseños favoritos, probar con distintos modelos, pero que absolutamente todo lo que compremos haga resaltar algunos de nuestros atributos turísticos, sea el busto, las pompis o la cintura. Tampoco digo que todos, porque también se pierde un poco el misterio de lo demás que poseamos y eso es lo que más agrada a la vista de las personas.
Mirémonos bien al espejo al probarnos de todo, porque que siempre hay el traje que se nos acomoda y amolda mejor a nuestra silueta y ¡no se olviden de siempre lucir algunos de nuestros regalos de Dios!